sábado, 26 de julio de 2014

Respuesta a comentarios

Estimados lectores:
Muchas gracias por vuestros comentarios y felicitaciones. Si no he respondido directamente no ha sido por desidia, sino porque por alguna razón que mi mente poco tecnológica no acaba de comprender, por mucho que lo intento, no puedo. Le clico a "responder", pero la ventana que se debería abrir para escribir la respuesta se vuelve a cerrar otra vez y no hay opción. No sé si es por el sistema operativo de mi ordenador o porque soy torpe, no descarto ninguna causa, pero no puedo. Algo no funciona...
Así que, vía nueva entrada: muchas gracias!!! Me alegra mucho tener nuevos lectores y, sobre todo, saber que mis lectores se lo pasan bien leyéndome, pues me da ganas de escribir más. Gracias! Gracias! Gracias!

viernes, 25 de julio de 2014

Odio a los Culicidae

¿Esto qué es lo que es?, se preguntaran algunos. Confieso que acabo de mirarlo en la Wikipedia. 

Son pequeños y veloces predadores alados. Vampiritos peligrosos y molestos de no más de 15 mm de longitud. Las hembras pican, o sea, perforan la piel con su  probóscide, que es un apéndice alargado y tubular situado en la cabeza. Es su "boca", ya que a través del tubo inyectan su anestésico/anticoagulante y luego te chupan la sangre, que necesitan para desarrollar sus huevos. 

Sin embargo, los machos se alimentan de golosinas de la naturaleza: savia, néctar, jugos de frutas. Tan glotones ellos parecen hasta simpáticos, pero lo de comer azúcar tiene como fin pasarse por la piedra a las hembras y así fabricar muchas más hembras y machos. Son autores corresponsables! Los odio también. 

Supongo que ya está claro lo que son los Culicidae, pero por si hubiera algún rezagado, releyendo en voz alta la palabra "probóscide" (¿ a que suena a algo muy pijo?)................... Los excesivos puntos suspensivos son para tener tiempo de volver a decirlo en voz alta y así opinar, si "probóscide" suena a algo pijo (" O sea, no veas como mola mi nuevo probóscide azul."), a insulto (¿ Serás probóscide?), a rango eclesiástico ( "El nuevo probóscide de la diócesis de ...), a pueblo griego (Vacaciones de lujo en el idílico pueblo de Probóscide bañado por el Mar Egeo...) o a lo que a cada cuál le sugiera, pero vamos, que en este caso no deja de ser la trompa de un mosquito. 

Ergo, odio a los mosquitos, pero ellas me aman. Me adoran. Me tienen auténtica devoción. Soy su gula del norte, "Bocatto di Cardinale", su manjar. Vienen a mi como las moscas a la miel o la familia a la nevera y me pican. ¡ Me pican! Les gusto mucho y ningún tejido las disuade. Ni las pulseritas baratas de los chinos con olor a "citronela", ni las caras y supuestamente más sofisticadas pulseras de la farmacia repelen a las pérfidas "Señoras de Mosquito" de darse un festín a costa de mi fluido vital. Me quité la última pulsera cara del tobillo, cuando me picó una mosquito a menos de un centímetro de la pulsera "repelente". Encima, era muy incómoda, amarillo fosforescente y me hacía sudar la muñeca, por eso la llevaba en el tobillo. La pulsera baratuja, de un rojo más llevadero, elástica y apta para ser pulsera sin agobiar, ha resultado ser del todo inútil en su pretendida función protectora, disuasoria o repelente, permitiendo los abusos en mi piel de dos hembras Culicidae muy voraces. Me rasco y les cuento:

La primera Señora de Mosquito cenó el martes en mi nalga derecha (¡ Culicidae!), en mi barriga y en el codo izquierdo. En la espalda, justo entre los dos omóplatos, ahí donde no llegan bien los dedos, se metió dos chutes: uno, a la altura del cierre del sujetador y el otro, varios centímetros por encima, nivel contorsionista. ¡Juré venganza! La encontré a la mañana siguiente desprevenida, confiada, ahíta, haciendo la digestión, que tenía que ser por fuerza una digestión muy pesada, mirándose la panza en el espejo, con las bragas bajadas y soñando con un amante vegano, dulce como el azúcar para el postre. Feneció espachurrada en el espejo por una maniobra implacable de la menda con una toalla, dejando sobrada constancia de su glotonería. El reflejo de la sangre en el espejo aumentaba la sensación de batalla sangrienta "en diferido". ¡Victoria! Rip. Rip. Hurra.

La segunda hizo una actuación estelar la noche del miércoles. Amparada por las sombras de la noche y los ruidos de la calle que ocultaban su zumbido de guerra, me sacó como medio litro de sangre en dos picaduras en el muslo derecho, que pensé: ¡No puede querer más!, pero me equivoqué. En vano intenté protegerme tapándome con la sábana hasta el cuello a pesar del sofocante calor. Encontró un hueco de cinco centímetros cuadrados donde se tomó un piscolabis por cada centímetro y de postre, un chupito en el primer nudillo de mi meñique derecho y otro en el mentón. Tanto ensañamiento me despertó. El picor despierta mucho, o sea, que uno pasa de estar tostado a tener cara de pollo en alerta. Gracias a esa apertura excesiva de párpados, la encontré limpiándose mi sangre de los morros en una blanca pared. Estampé mi mano velozmente y con tanta fuerza sobre ella que aún me duele la mano y me dura la satisfacción. Ahí se ha quedado inmortalizada sobre un lienzo blanco, ironías de la vida. 

En resumidas cuentas, estoy claveteada y llena de ronchones que me pican una barbaridad, porque soy más sensible de lo normal y las picaduras tardan mucho en curarse. Sí, quiero dar pena y que me digan eso de "tienes la sangre muy dulce" o "te pican porque estás muy buena". 

Mi grupo sanguíneo es 0 +, que en lengua mosquito es "¡Ohh, más!"

Yo soy donante de sangre. Pero me gusta decidir cuándo la dono y no me gusta ser el alimento de nadie mientras siga viva, al menos no con estos inconvenientes. Porque, vamos a ver, el picotazo en medio de la nalga es embarazoso de rascar. Cuando se anda, la ropa roza, la picazón aumenta, la desazón anula cualquier pensamiento racional y el impulso de rascarse se hace inconsciente. ¡Zas, zas, zas, zas, zas, zas...! ¡¿Quién tuviera ahora un tenedor a mano?! Eso sí, a la nalga al menos se alcanza, pero los dos picotazos de en medio de la espalda son de tener muy mala idea. Hay que ser hija de su madre para hacer eso. El brazo se puede doblar por la espalda por poco tiempo y atinar con la mano retorcida es costoso y acaba por doler el hombro. No queda otra que restregarse cual oso por los quicios de las puertas. Eso tampoco es muy fino, pero a veces la necesidad puede más que la buena educación. ¿Que Usted no haría eso? ¡No me sea probóscide!

Se está poniendo el sol. ¡Tengo mucho miedo! 

Cuando en la noche me despierto por el zumbido de un mosquito siento cierto terror. Sacudo fuertemente la cabeza haciendo volar el pelo, porque los mosquitos tienden a posarse rápidamente. Entonces escudriño paredes, muebles, cuadros, cortinas, ropa y cualquier sombra para contraatacar. ¡Sé que estás ahí y voy a por ti, cabrona! Estoy segura de que debo de tener un poco pinta de psicópata en esos momentos. La cenefa de zapatillazos en la pared corrobora un poco esta teoría, creo. Que no, es broma. Si ella juega mejor al escondite que yo, me voy rápidamente al salón cerrando la puerta y me refugio en el sofá. Pero, y esto sucede de verdad, si en el sofá también soy atacada por otra famélica Señora de Mosquito, vuelvo con la del buen escondite, que tiene menos hambre que la nueva...

Montaje de Ana Bastida inspirado en mi relato. Gracias, Ana. 
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